Todo tiene espíritu… Día 6

Ayer no éramos sólo nosotros, era Leo también. Estaba más quieto de lo normal, triste. Suspiraba. Sé que te extraña… eras la única que lo entendía y que se adaptaba a su forma de jugar. Leo gruñe y su pelo se eriza cuando quiere jugar, desde pequeño su lenguaje de juego se confunde con despliegues agresivos. Pocos perros logran entenderlo y me atrevería a decir que sólo un par de perros a lo largo de su vida han podido entablar una conversación sincera con él. Tú lo hacías todos los días. Poco a poco fue aprendiendo nuevos pasos de baile, nuevos gestos, más congruentes. Sólo tú pudiste lograrlo… y te extraña. Veo su rostro frustrado porque Jake no lo entiende y Maggie interrumpe su intento de juego. Sé que te piensa y puedo ver cómo de pronto te busca con la mirada en lugares donde solías estar o cómo a veces duda sobre subirse al sillón temiendo que lo regañes. Me voltea a ver como diciendo ‘¿estás segura que puedo subirme? Es el lugar de Lua’. Haces falta cachorra excepcional.

Hoy pensaba en algo que he dicho tantas y tantas veces: no hay dos perros iguales así como no hay dos seres humanos iguales. Y esta verdad me golpeó el pecho nuevamente. Aunque jamás di por sentado ninguno de tus días y en cada momento agradecí tener la fortuna de conocerte y estar contigo, esta realidad es distinta sin ti y en serio que no me la esperaba. Jamás habrá una segunda Lua, aún si decides regresar, no serás la misma.

“Por supuesto que no seré la misma. ¿Quién quiere repetirse? Mi más reciente vida, llegó a su fin en esa configuración porque así estaba escrito, así lo decidí yo. Cumplí todo lo que quise y hasta un poco más porque siempre hay sorpresas. Viví una vida corta pero muy intensa, viví lo que muchos perros tardan años en vivir. Me diste y me dieron libertad.

Los perros que nacen sin familia tienen libertad completa y este estado de libertad los obliga a conectarse con el propósito de supervivencia como primer objetivo, hasta que logran hacer amigos y la sensación de seguridad empieza a incrementarse y entonces pueden pasar a ‘otras actividades’.

Por otro lado, muchos de los perros que tienen la fortuna de compartir hogares con los humanos, también tienen la desdicha de carecer de libertad. Las reglas inmediatas y los límites extremos que le exigen al perro olvidarse de su naturaleza y convertirse en un –humanoide reprimido- lo limitan sobremanera. Esto no es bueno ni es malo, sólo es y como tal tiene diferentes consecuencias y provee diferentes oportunidades de crecimiento y evolución, tanto para humanos como para perros.

Enorme fortuna la mía, la nuestra. Sin importar el entorno donde estuvimos, los límites que encontré fueron congruentes, posibles y me diste el tiempo que necesité para comprenderlos. Tuve la oportunidad de aprender observando y relacionándome con mi entorno y esto cambió la historia. No elegí el cuerpo de un perro –promedio- o tranquilo, elegí un cuerpo complejo y acelerado. El cuerpo de un Pastor Belga Malinois, un ser biológico con muchas demandas, que absorbe demasiado de su entorno y esto lo lleva a confundirse fácilmente y atraparse en el miedo. Sabía que sería todo un reto para ti y para la familia, un reto que también supimos que podríamos cursar… y así lo acordamos a nivel álmico, porque sólo esa configuración proveería el grado de aprendizaje acelerado que requería mi misión.

No deseo repetirme, además de que resulta imposible. Lo que queríamos aprender juntos, lo logramos y nos ha permitido pasar a esta segunda etapa de nuestro viaje juntos.”

¿Cuál es tu misión Lua? Háblanos de ella… “Mi misión está conformada por muchas misiones. Mi existencia a partir de que estuve en el planeta tierra en la forma de un perro, se ramificó y se conectó de forma múltiple.

Todo lo que existe, absolutamente todo, tiene un alma, tiene espíritu. Quien no crea esto, niega entonces todo lo que ve mientras permite que la desconexión propia continue sucediendo en su interior. Cada ser goza de una configuración única y particular, formada de códigos de energía que irradian su propia proyección. Todas nuestras interacciones conllevan un intercambio energético. En este intercambio energético suceden cosas que nos aclaran la visión y nos llenan de amor, alegría y vida o bien suceden cosas que nos nublan, nos contagian sombra, confusión, desamor. Ambos intercambios tienen un propósito.

No quisiera tener que usar términos como -bueno o malo- o –positivo o negativo- porque son juicios de valor, y nos llevan a juzgarlo todo hasta caer en la infelicidad constante. Ayúdame a encontrar un término para escribir y transmitir lo que deseo…

Un intercambio del espectro claro, luminoso, nos llena carga de energía. Esto tiene el propósito de –darnos- y activar esta resonancia emocional y energética dentro de nosotros. Estos encuentros nos enseñan cosas como el gozo, la alegría, la diversión, la risa, la realización, la claridad.

Están los otros encuentros, donde sucede un intercambio del espectro gris y oscuro donde comúnmente sentimos que perdemos energía. Esto tiene el propósito de enseñarnos a generar nuestra propia energía, el propósito de que aprendamos a transformar la oscuridad en luz y que experimentemos el otro espectro emocional, ese donde nos sentimos separados, solos, tristes, enojados. Ambos tipos de intercambios son necesarios para la evolución espiritual.

Para poder –ver- la luz, necesitamos que exista al menos un poco de oscuridad ¿sino cómo sabríamos la diferencia? No podría ocurrir la valoración y el crecimiento si no existieran diferencias.
Una maravilla del ser –perro- es que el perro no etiqueta lo que le ocurre como –malo-, un perro jamás se siente desdichado. Un perro valora todo lo que le ocurre y lo integra como oportunidad de crecimiento porque no lo juzga, lo recibe y lo acepta de inmediato como parte de su realidad. No añora tener una vida distinta a la que tiene, vive lo que tiene la oportunidad de vivir y lo transforma. Resulta complejo para el ser humano comprender la perspectiva de un perro o de cualquier otro mamífero porque han olvidado cómo serlo.”
¿Cómo ser qué Lua? “Eso: mamíferos. Los mamíferos no andan por la vida eligiendo qué creer y qué no creer, aceptan la totalidad y se conectan con ella. El ser humano con su particular cerebro, captó unas frecuencias que no le pertenecían, unas frecuencias que lo sintonizaron con una realidad que no es la nuestra, una realidad que no le pertenece. Estas frecuencias lo empezaron a seducir hacia la separación y el dominio. Poco a poco dejó de escuchar a través del corazón y empezó a creer únicamente lo que su cerebro percibía y traducía y entonces surgieron –las creencias-.
Cada persona opera desde creencias distintas y constantemente intentan definir y limitar lo que experimentan. Todo va en cajas, todo tiene etiquetas, precios, valores, todo se compara. Pierde importancia la hormiga y gana poder la ropa, pierde relevancia una planta y compite con un –inserte aquí cualquier cosa-. Y así se distorsiona la realidad de cada individuo, se desconecta de la realidad colectiva que prevalece entre los mamíferos terrestres y de ahí viene el origen de lo que el humano percibe -la terrible realidad actual-.
Quiero hablar un poco sobre los niños. Hoy, los niños aprenden desde temprano a comparar un pedazo de tela con otro, aprenden marcas, aprenden a competir por una nota más alta o por un juguete más costoso, aprenden a matar –por juego- para obtener puntos y progresar hacia niveles más altos; aprenden a consumir todo a través de su cerebro y queda muy poco de corazón. Los padres trabajan la mayor parte del tiempo, el niño va a la escuela desde muy pequeño y se separa.
La conexión vital y la activación del centro corazón que se da en el núcleo familiar se interrumpe. Y se interrumpe desde el nacimiento en la mayoría de los casos, en donde el bebé es arrebatado de la madre en una fría sala de hospital y ella es desconectada a través de fármacos que promueven la automatización y mentalización del proceso.” Suena a –crónica de una muerte anunciada- y sí, lo sé. Cuesta tanto trabajo reconectarnos y recuperar nuestra brújula natural, son muchas las barreras mentales que hay que romper y parece que la disciplina necesaria para lograrlo se doblega ante las exigencias sociales que nos hemos impuesto. Se ha vuelto demasiado complejo el problema.
“La paradoja es que es muy sencillo arreglarlo, tan sencillo que parece ridículo y por ello inaceptable.”
(…continuará…)
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