Hermosa Lua…
Empiezo con la tentación recurrente de siempre, esa tentación de llamarte “mi Lua”, “mía”, como si en algún momento hubiera podido “tenerte”. Cuando llegamos a esta tierra y nacemos, se nos olvida de dónde venimos, creemos que el viaje comenzó ese día que marcamos como nuestro cumpleaños. Al crecer, fortalecemos esa creencia junto con otras más, como que la vida termina cuando el cuerpo muere, que estamos solos en el universo y que cada cabeza es un mundo aparte. Después llega un día en que lo cuestionamos todo y tenemos la oportunidad de decidir si seguimos creyendo en esos conceptos inamovibles de soledad, separación y azar o si nos abrimos a la posibilidad de sentir y recordar quiénes somos, recordar que todos estamos conectados y que el sentido de la vida va más allá de este cuerpo que identificamos como nuestro. De pronto aquél principio de física que aprendimos en secundaria “la materia no se crea ni se destruye sólo se transforma”, cobra sentido…
¿A dónde vamos cuando muere el cuerpo? Yo creo que decidimos a dónde ir.
Esta mañana te escuché y te sentí a mi lado, pensé que estaba soñando y me dijiste que no. Me dijiste que has elegido quedarte con nosotros hasta que sea tiempo de darle vida a un nuevo cuerpo. Y en mi interior hay una batalla campal de emociones. Siento una profunda tristeza por no poder darte un beso otra vez, por no poder reirme contigo, por no poder mirar tu alma a través de esos ojos profundos con los que nos veías… tanto. Y al mismo tiempo, siento un profundo gozo por haber tenido el privilegio de conocerte, por que nos hayas elegido como tu familia y nos hayas regalado el honor de poder conocer al amor en persona.
Hoy me preguntaba “por qué es tan dura tu partida, por qué siento el nudo en la garganta todo el tiempo, por qué no puedo parar de llorar”. Ya lo entiendo… es que es tan bello amarte, y tan natural, tan sencillo comprenderte, vernos, hablarnos, tan fácil sentir tu corazón brillante y tus ganas de jugar.
Y de pronto lo entiendo… Amé al amor mismo a través de ti, sin barreras mentales, sin juicios, sin expectativas. Rompiste todos los esquemas que quedaban dentro de mi respecto a las relaciones entre seres vivos, todos… no quedó un solo muro. Y tu misión terminó en ese cuerpo, en esa hermosa configuración llamada Lua.
Aprendimos rápido… ojalá nos hubiéramos tardado más. El tiempo también se desdibujó contigo, parace una vida completa la que compartimos y al mismo tiempo una estrella fugaz. Así de rápido te fuiste para transformarte y transformarnos una vez más. Veniste a este mundo a personificar al amor y elegiste el mejor vehículo para esa tarea: el cuerpo de un hermoso perro. Por que los perros permiten esa transparencia, porque saben ser amor, cada poro de su ser emana amor y son perfectos. A veces los humanos tan ciegos, y los perros tan persistentes y resilientes. Los admiro cada día más.
¿Qué sigue Lua, platícame?
Y me contestas…
“Sigue amar al amor sin un cuerpo físico, sigue amar al amor sin condiciones convenientes, como poder tocarlo o besarlo en la mejilla. Amar al amor trascendiendo la última barrera, la de las creencias limitantes del mundo físico.”
¿Cómo se calma este dolor, este hueco que se siente en la casa, en el alma?
“Dejándolo ser, sin miedo a sentir profundo, dejando que fluyan por las venas las emociones más puras e intensas. Cada emoción es información y lleva un código energético particular. Deja que inunden tu corazón para que tu ser aprenda de ello y puedas compartir más sobre el amor a través de ti y de todo lo que haces.”
Hoy no quiero hacer nada Lua, me duele este cambio tan abrupto, hace unos días aún jugábamos a tu juego favorito… “Los humanos se han acostumbrado a no sentir, a producir sin importar lo que pase en el alma, date tiempo para resurgir fuerte, sé que en la vida como persona en la tierra hay un concepto de “deber” y “deber hacer” y “consecuencias” si no lo haces, te has preguntado ¿qué consecuencias tendría sentir y dejar ser? Haz lo que te ayude a expresar amor, haz aquello donde tus acciones impriman luz y este amor que hoy se multiplica en tu interior, resuene, se expanda y se contagie. Para transformar al mundo, necesitamos amor… amor puro, en esencia. Y aquí estoy a tu lado, y más presente en tu corazón que nunca. Se que sientes mi ausencia física pero mi presencia en ti se ha duplicado y te amo.”
Te amo también Lua. Gracias por tu existencia, gracias por hablarle a mi corazón. Recibo tu mensaje con el corazón abierto, aceptando que esta nueva configuración amorfa, invisible y sutil es lo que has elegido y agradezco infinito que elijas quedarte a nuestro lado, el tiempo que quieras… cada segundo que te siento cerca es precioso y te prometo aprender, creer y dejarme ir.
No me sirven las creencias limitantes que carga mi cerebro en su memoria, las desecho una y otra vez y doy espacio para que lo nuevo surja, para poder percibir con mayor convicción el mundo sutil, la magia y lo invisible, para aprender amar al amor a través del tiempo y el espacio hasta lograr convertirnos en el amor mismo… como tú.
Te amo bebé… por siempre.
Lua, Lua, Lua… tan sólo 717 días en el planeta tierra y cambiaste nuestra vida.
PD: Voy a ir a imprimir una foto tuya y a ponerla en un marco… aún es muy pronto para sentirme bien con tu ausencia física.