Mi amada Lua, hoy amanecí hecha pedazos. Sentí un hueco gigante en el pecho y no quise levantarme de la cama. No lograba describir lo que estaba sintiendo. Así comenzó a transcurrir el día. Arrastrando el corazón por el suelo y buscándote sin querer en el jardín, en el sillón y en la cocina. Imaginé que no te veía porque estabas detrás de los arbustos jugando y que era sólo cuestión de tiempo verte correr hacia mí. Por supuesto eso no ocurrió…
Conversaciones ¿reales o imaginarias?
Imaginé conversaciones en mi cabeza donde algunas personas me cuestionaban mi forma de sentir tras tu partida, al fin y al cabo, no eres una hija, eras “tan sólo una perra”, y en mi cabeza respondí con letanías explicando la profundidad del amor y que no importa la forma del cuerpo pues cuando nos conectamos con otros seres conectamos a nivel álmico y todos somos espíritu… en fin, hoy el diálogo interno y la exploración de mis emociones invadieron el día.
A mitad de la tarde -me cayó el veinte-, no es sólo que extrañe tu sonrisa y tus locuras, no es sólo que extrañe tu alegría por doquier, no… hay algo más: perdí a mi -compañera de crimen-. Aunque no cometimos crímenes precisamente, la expresión lo describe perfectamente. Siento que perdí a mi cómplice.
Llevo nueve años dedicando casi toda mi atención a aprender de los perros y para ellos, y contigo todo se renovó, me enseñaste cosas que jamás había visto y me acompañaste en cada clase y plática que impartía, así es como muchos te conocen. No me había dado cuenta de lo mucho que hablaba y hablo de ti, de lo detalladas que fueron nuestras interacciones y de lo mucho que me permitiste observarte y aprender de ti. Tus frescas experiencias y mis experimentos de comunicación contigo, enriquecían los días. Me hice expectativas, sin querer, asumí que seguirías a mi lado acompañándome en mi aprendizaje y los procesos de enseñanza. Me dejaste poner a prueba hipótesis que no necesitaban comprobación y que al final del día tus ojos me decían “¿ves? Si se puede” o “¿ves? No hace falta…” y no quería que terminara.
“Te voy a detener aquí.
No me fui, ya te lo he dicho. Bueno si se fue mi cuerpo, pero yo sigo aquí y seguimos siendo cómplices. Lo que sucede es que llegó momento de expandir aún más tus horizontes y necesitas una –compañera de crimen- para esa expansión.” ¿A qué te refieres? “Pues a todo lo que pasa en otros mundos, tanto físicos como no físicos. Estás lista para el siguiente paso.”
¿Me dirás cuál es ese siguiente paso? “No precisamente. Parte de eso es que lo descubras por ti misma, poco a poco y con nuestras conversaciones.” ¿Crees prudente que lo comparta todo con todos? “No prudente sino necesario. No sé si en un futuro, el medio que estás usando sea el ideal para mantener este canal abierto, pero por ahora lo es. Te siento más tranquila ahora.” Si, me alivió un poco entender de qué se trataba ese hueco.
Sentí que tu partida fue una sorpresa, no estaba mentalmente preparada para perderte, todo fue muy rápido. Si hubieras tenido 12 años hubiese sido distinta la sensación. Apenas ibas a cumplir dos y tu crecimiento y transformación eran espectaculares, tu capacidad de comunicarte con los humanos y con los perros, tu habilidad de adaptar tus formas de acuerdo a lo que los demás percibían de ti, tus habilidades de juego (le enseñaste a jugar a Leo a sus 8 años, nos enseñaste a jugar a todos), tu determinación y confianza… me maravillaba tu personalidad.
Nunca olvidaré tus enseñanzas y seguiré compartiéndolas en clase.
Creo que me tardé cuatro días en entender todo lo que cambió. “Exacto –cambio- es la palabra clave. ¿Qué más cambio en ti?” Bueno, estuve reflexionando sobre lo absurdo de las posesiones materiales e incluso del lugar donde se vive cuando no lo puedes compartir con tus seres amados. Reflexioné sobre lo absurdo que es el nivel de importancia y preocupación que le damos a lo que llamamos –seguridad- y –estabilidad- son dos palabras que pierden completamente el sentido cuando suceden cosas así, como la muerte física de un miembro de tu núcleo familiar.
Desde hace mucho tiempo creo y pienso que las expectativas son las culpables de la infelicidad. Hoy quiero lograr que eso se imprima hasta en mis huesos. Hoy suelto todas mis expectativas, no sé dónde viviré mañana, no sé si estaré rodeada de las mismas personas o si siga viva. Tengo deseos, deseos que mi corazón se encarga de transmitir al universo, pero no espero nada. Ya no quiero hacer planes de vida porque los planes de vida limitan las posibilidades. ¿Quién soy yo para saber todo lo que me espera en este y otros mundos?
El universo me invita a dejarme vivir, a entrar en el maravilloso flujo de la existencia y dejarme sorprender.
Así, como me sorprendió tu muerte. Creo que sufro porque lo resisto. Resisto esta nueva versión de realidad. Si la acepto y me dejo sorprender, entonces puedo fluir y abrirme para recibir lo nuevo, lo diferente y poder hacer con ello algo hermoso. Aprovechar cada instante como una oportunidad para respirar y admirar lo bello, lo fuerte, lo real y entonces aprender.
Deseo con todo mi corazón dejar de tener expectativas.
“Me encanta escucharte decirlo. Recuerdo que cuando me adoptaron pensaste que te encantaría que yo pudiera acompañarte a las escuelas con los niños pequeños para enseñar lenguaje canino, y recuerdo tu reacción cuando le gruñí terriblemente al primer niño que vi. Lo aceptaste y me amaste igual y jamás me obligaste a hacer nada que no quise. Me dejaste elegir y experimentar la vida a mi modo. Me dejaste sorprenderme por el mundo y sorprender al mundo también.” Sí, rompiste todos mis esquemas y hoy creo que se rompió uno de los últimos que me quedaban, esa creencia de querer o pensar que de algún modo, si tan sólo planeo lo suficiente o ahorro lo suficiente o prevengo lo suficiente, de alguna forma lograré controlar el futuro. Entiendo que la permanencia y la uniformidad son ajenas a este mundo. Hoy me uno a la sorpresa y me uno de nuevo a ti.
Me llevó cuatro días poder voltear a ver este hueco, verlo a los ojos y aceptarlo. Ya lo tengo frente a mi y lo suelto. Lo dejo ir para abrazar y darle la bienvenida a mi –compañera de crimen- una vez más en una nueva forma, en un nuevo espacio… estoy lista para dejarme sorprender por la vida. Pase lo que pase, confío en que será exactamente lo mejor para todos si tan sólo abro mi corazón y dejo de etiquetar los acontecimientos como –buenos o malos- si dejo de juzgar para realmente poder escuchar, observar y vivir.