“¿Qué te impide dejarme ir? ¿Las señales no son suficientes? ¿Qué tiene que hacer un perro para que su persona favorita y más amada pueda aprender a soltar sin batallar tanto?”– Estas no son palabras Lua, son de una pequeña que está pasando por momentos difíciles y quiere hablarle a su amada mamá humana.
“Déjame ir.” Le pide… “La lucha por un ser amado termina cuando el cuerpo físico se rinde. Mantener un cuerpo con vida que no puede sostenerse por sus propios medios sin que esté en evidente proceso de recuperación, es la primer señal de que debemos mirar en nuestro interior y preguntarnos que nos ata a este ser amado. Hablo de ataduras y no de lazos.
Los lazos unen nuestras almas y nos hacen danzar en armonía. Las ataduras nos detienen, restringiendo nuestro movimiento. Cuando no sabemos soltar al ser amado, cuando no logramos hacerlo porque pensamos que la decisión no está en nosotros, entonces es necesario preguntarnos si estamos dejando al otro tomar esa decisión. En la sociedad moderna se mantienen los cuerpos con vida, haciendo que la decisión resulte a veces imposible de ejecutar por el espíritu. En esto también hay aprendizajes profundos, sin embargo se pierden cuando no existe la inclinación a conectar con el alma, se pierden cuando nos quedamos meramente en el plano terrenal de lo físico.
Por qué esperar a escupir sangre para que llegue lo que ya es, desde antes, inevitable. Cómo saber cuando es tiempo y cómo saber si el cuerpo ya no tiene remedio… muy sencillo: preguntando. El humano cree que no puede escuchar, a todo le llama imaginación, mente lógica. Olvida sus raíces y olvida que sin importar la época, ha nacido de y en la madre tierra. Esto crea -lazos- inquebrantables. El ritmo de vida que llevan las personas principalmente en las ciudades, hace que estos lazos sean adormecidos, pero no rotos. No se puede romper lo que es para siempre.
Humano… vuelve a escuchar. En tu corazón están los hilos que te conectan a todo, sigue tus propios latidos y encontrarás las respuestas. Siente. Ama y ama sin ataduras.”
Gracias hermosa por compartir esta valiosa lección conmigo y con los demás. Sé que prefieres que omita tu nombre. No hay problema, aquí quedan las palabras de tu espíritu. ¿Lua? ¿Eres tú ahora?
“Si mamá, hola 
Es un lindo día donde estás. Jake no puede verme, ni Maggie. Leo está abriendo sus canales energéticos cada vez más con la ayuda de Koru. El otro día le ladraba a mi silueta desdibujada. Se confunde, porque me siente pero no me ve.” ¿Por qué los demás no pueden verte? ¿Por qué yo no puedo verte? Me encantaría… “No es algo fácil de manejar. Cuando un ser con vida encarnado en la tierra llega a ver otras dimensiones con sus ojos físicos, puede resultar muy confuso y delicado. También abrumador y fuera de lugar. Por eso los ojos físicos pertenecen al mundo físico. Sólo con los ojos del alma podemos asomarnos a otros mundos.”
¿Por qué hay personas que sí pueden ver con sus ojos físicos Lua? “Porque es lo que necesitaron para reconectarse con el espíritu. Cada quien necesita estímulos distintos. Te diré que no hace falta -ver- cuando tu sistema de creencias se disuelve y te permites sentir y expandir tu realidad.”
Y entonces ¿por qué algunos animales no humanos pueden ver otras dimensiones? “Porque carecen de un sistema de creencias que los limite y su confusión no va más allá de la percepción básica sensorial, es decir no crean historias en su mente, son objetivos y aceptan la realidad tal cual como es, aceptan lo que reciben sin juzgar si es real o no, además saben qué hacer con ello. La mayoría de los perros y gatos, ayudan a las personas a filtrar actividad de otras dimensiones, y muchos de ellos no necesitan ver para sentir lo que ocurre o para detectar otras presencias energéticas. Los animales no humanos que son compañeros de las personas hacen mucho más que sólo comer, jugar a la pelota y dormir… mucho más. ¿Qué quieren saber? (me dirijo a ustedes que me están leyendo ahora). Nuevamente, gracias por escuchar.”
Gracias a ti Lua por permanecer y por ayudarnos a abrir las puertas de la percepción y del amor.
